SURFACE #2: La portada

Stop Making Boring Art

El viaje por la multidisciplinariedad de las Artes continúa a través de la obra Stop Making Boring Art desarrollada por Andrea Crespi artista del siglo XXII y exalumno de los cursos de Diseño de Producto y Dirección Artística del IED.

SURFACE #2: El proyecto

Stop Making Boring Art

Stop Making Boring Art es una obra-manifiesto que invita a reflexionar sobre el sentido del arte en un mundo en el que ya está todo creado, pero sobre todo, trastocando toda lógica: una gran denuncia de las reglas del mercado. Andrea Crespi se distancia de todo lo que se considera tradicional y conservador, adoptando una estética y un ethos poco convencionales y lanzando mensajes directos, inmediatos y virales. La suya es una visión que llama a la renovación, a la concepción y creación consciente, a la investigación y experimentación continuas. Solo siendo valiente y arriesgándose siempre, yendo más allá de la zona de confort, el resultado de la producción nunca será aburrido, sin dejar de ser exquisitamente subjetivo.

Texto de Alisia Viola

En el panorama mediático actual, un mensaje tiene que ser muy polarizador para resonar.

La obra de Andrea Crespi propone una fuerte dialéctica entre las técnicas digitales y los iconos de la historia del arte, revelando un imaginario nuevo y fresco, creando una cultura de gran impacto identitario y una continua inserción de estilemas a través del disfrute del arte óptico. Reinterpretando la cultura mediante la sinergia entre la historia del arte y lo contemporáneo, aprovecha el rápido acceso actual a los contenidos visuales en las redes sociales.

Como suele hacer actuaciones en directo, Andrea comparte el proceso de creación con un público ajeno al resultado del acto artístico, que sigue pacientemente la reiteración de líneas negras. El asombro en los ojos de los espectadores es el detonante de una nueva forma de apreciar las obras maestras a las que todos estamos algo acostumbrados dado el exceso de difusión de sus imágenes. Al ofrecer una nueva mirada sobre los símbolos de la historia del arte, Andrea proporciona una nueva ilusión contra la desilusión popular.

Al comunicar de una manera fuertemente visual y directa, las obras de Andrea delinean un robusto imaginario colectivo que llega fácilmente a múltiples generaciones, especialmente a los nativos digitales y de las redes sociales, reflexionando sobre el concepto de viralidad y los mecanismos que hay detrás de estas plataformas, fomentando un mensaje de positividad dirigido a todos.

Considerando el arte como la forma más elevada de belleza, Andrea Crespi reflexiona sobre cómo los algoritmos de censura de los medios de comunicación consideran los cuerpos desnudos. Al revisitar el desnudo femenino, desafía la interpretación establecida de la decencia adoptando famosas obras maestras escultóricas o pintadas del pasado y fusionándolas con cuerpos reales del presente. Así, Andrea pretende abrir un discurso sobre los diferentes modos de censura, reflexionando sobre el poder del público para atribuir un significado personal a las imágenes, esbozando la noción de que cómo miramos las cosas es tan importante y poderoso como lo que miramos.

La sociedad contemporánea impone ritmos que el ser humano no siempre ha seguido. Nuevas formas de acceder al arte ven regularmente la luz a medida que los mercados en evolución exploran sistemas alternativos para su consumo.

Hoy es difícil concentrarse. Todos los días nos bombardean con mensajes de distintos medios, a menudo contradictorios, por lo que a veces descodificar lo que miramos o buscamos es extremadamente difícil. Con el uso de la ilusión óptica, las obras de Andrea Crespi invitan al público a dar un paso atrás para descifrarlas, añadiendo aparentemente complejidad al disfrute del mensaje, pero permitiéndonos en realidad tomarnos nuestro tiempo para leer los textos o imágenes ocultos entre líneas.

Los estudios han demostrado que el tiempo medio que una persona pasa mirándolas en una exposición o museo oscila entre 15 y 30 segundos. Es tiempo suficiente para darse cuenta de lo que representa la imagen, pero normalmente no lo suficiente para hacerlo por completo.

Colocando capas adicionales entre las imágenes y creando una superposición de líneas infinitas que nunca se tocan, Andrea construye innumerables caminos que el espectador puede recorrer e interpretar libremente.

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