Siempre estamos en presencia de objetos innecesarios. El objeto robado está simbólicamente investido de significado.

El robo de objetos sin que esté relacionado con una necesidad es un vicio (que puede convertirse en trastorno). Quienes tienen ese vicio, utilizan la insatisfacción personal como justificación de sus actos, como una joven de clase alta de 20 años, que busca sentirse viva a través de pequeños hurtos, que la llevan a experimentar una satisfacción inmediata por haber obtenido lo que deseaba aunque, probablemente, nunca lo utilice. El hurto también puede compensar episodios traumáticos. Cuando se convierte en un hábito, puede que acabe por no distinguirse la diferencia entre el riesgo de robar y la gratificación que se obtiene de ello.